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Antes del tiempo del coronavirus, Elizabeth Powers, médico de familia en el diminuto pueblo de Enterprise, Oregón, examinaba cuidadosamente a los pacientes en su oficina para poder llegar a un diagnóstico y tratamiento. Aún pone atención a los detalles físicos —el color de la piel del paciente, su respiración, cualquier señal de inflamación— sólo que ahora lo hace a través de la pantalla de una computadora. “Ajusto su medicamento y les hablo sobre pruebas de laboratorio o seguimiento”, dijo, tratándolos como lo hacía cuando venían a la clínica. “Es ajustable, de acuerdo con las necesidades del paciente”.

Millones de trabajadores de diversos campos han sido empujados al ciberespacio por la pandemia. Powers es uno de ellos. Pero para ella la transición fue relativamente suave gracias a que el Centro Comunitario de Salud Winding Waters, donde trabaja, ha estado integrando visitas virtuales entre sus prácticas por años para servir mejor a sus clientes rurales. Cuando la pandemia termine y el distanciamiento social ya no sea necesario, Powers verá de nuevo a los pacientes en su oficina. Pero ahora ella —y muchos profesionales de la salud por todo el país— estarán mejor preparados para usar las visitas virtuales cuando sea necesario. Esta “revolución de telemedicina”, como algunos proveedores de salud le llaman, es especialmente vital en las zonas rurales del Oeste, donde los hospitales y doctores son pocos y alejados.

Sébastien Thibault/High Country News Credit: https://sebastienthibault.com/

De acuerdo con la encuesta de Vida en la América Rural 2019 hecha por NPR, la Universidad de Harvard y la Fundación Robert Wood Johnson, alrededor de una en cuatro personas viviendo en zonas rurales dice que no le es posible acceder a cuidados de salud, generalmente porque la clínica u hospital más cercano está muy lejos. El problema está empeorando con el cierre de hospitales y clínicas en pueblos pequeños, la jubilación de doctores baby-boomers, y conforme médicos recién graduados gravitan hacia las grandes ciudades en busca de mejores oportunidades. Mientras tanto, el rechazo de muchos estados para expandir la cobertura de Medicaid ha aumentado la probabilidad de cierre de hospitales rurales, de acuerdo con una investigación de la Universidad de Carolina del Norte.

Winding Waters es una de las únicas clínicas del condado de Wallowa en Oregón. Algunos pacientes deben manejar hasta dos horas para llegar, por lo cual el centro ha trabajado por años para incorporar la telemedicina dentro de sus prácticas. Fueron uno de los primeros miembros en implementar la telesalud con OCHIN, una organización sin fines de lucro con sede en Portland que asiste a centros de salud subatendidos con soporte tecnológico. Ahora, con la pandemia en pleno despliegue, se están viendo los resultados de este esfuerzo. A inicios de marzo, antes de que pegara el COVID-19, 5% o menos de los pacientes de la clínica tenían citas de telemedicina. A inicios de abril ese número brincó a un 45 por ciento. “Definitivamente ha hecho mucho más fácil la transición al distanciamiento social”, dijo Nicolas Powers, director ejecutivo de Winding Waters y esposo de Elizabeth Powers.

“Se necesitó una pandemia para realmente forzar muchos de los cambios que necesitaban ocurrir inmediatamente”.

Este salto refleja una tendencia de mayor escala a lo largo del país. De acuerdo con OCHIN, el número de video-visitas en sus casi 500 centros de salud se ha catapultado desde que se declaró la pandemia. Este abril hubo 10,418 video llamadas, un incremento de 291 por ciento en sólo un mes. La crisis también ha impulsado a la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) a crear un Programa de Telesalud sobre el COVID-19, el cuál proveerá de 200 millones de dólares para servicios de telecomunicación. “Se necesitó una pandemia para realmente forzar muchos de los cambios que necesitaban ocurrir inmediatamente”, dijo Jennifer Stoll, vicepresidenta ejecutiva de relaciones gubernamentales y asuntos públicos de OCHIN.

Pero los obstáculos persisten —incluyendo el acceso limitado a internet de alta velocidad en muchas comunidades rurales. En las encuestas de 2019, uno de cinco adultos de zonas rurales dijo que este es un problema que afecta su acceso a la telemedicina. “Es un asunto muy complicado en el Oeste rural debido a nuestra baja población, lo cual hace difícil que los negocios se preocupen por invertir (en banda ancha rural)”, dijo Debra Hansen, directora de extensionismo de la Universidad Estatal de Washington para el condado de Stevens. Hansen ha estado trabajando en expandir el acceso a internet por más de veinte años. No ayuda que la base de datos del FCC sobre disponibilidad de banda ancha erróneamente diga que el condado de Stevens ya está cubierto en un 100 por ciento. “Eso es absolutamente incorrecto”, dice Hansen.

El incremento actual en telecomunicaciones ayudará a identificar las debilidades del sistema de banda ancha, e idealmente dirigirá a los oficiales a solucionar estos problemas. Las citas en línea para el cuidado a la salud nunca reemplazarán las visitas cara-a-cara con un proveedor, ni pretenden hacerlo. Algunos problemas médicos necesitan atención directa, y mantener la intimidad de la relación proveedor-paciente es crucial, dijo Powers. Pero para muchos pacientes en aislamiento, la telemedicina ofrece una forma fácil y segura de recibir ayuda desde la comodidad de sus hogares. Para los proveedores rurales hay un lado positivo en esto. “Debemos seguir avanzando”, dijo Stoll. “No podemos regresar a como estábamos antes del COVID”.

Helen Santoro es miembro editorial en High Country News. Escríbele a helensantoro@hcn.org o manda una carta al editor. 

Este artículo fue traducido por Clara Migoya, una reportera bilingüe y científica ambiental. Estudia una maestría doble en Periodismo y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Arizona.  

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