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California es el primer estado en el occidente del país que a menudo ofrece soluciones a problemas sociales y ambientales. Actualmente, se encuentra al frente de un difícil desafío, ya que sus ideales progresistas — y su población cada vez más diversa — se ve generalmente opuesta a las políticas del Presidente Donald Trump. En esta nueva columna mensual, una Carta desde California, documentaremos cómo el estado se está adaptando a los cambios en estos tiempos.

Temprano en la mañana del día 5 de mayo, aproximadamente 50 campesinos estaban en medio de una cosecha de repollo para Dan Andrews Farms en Bakersfield, en el extremo sur del fértil Valle de San Joaquin en California, cuando de repente sintieron náuseas. “Empezamos a percibir un olor, un olor de pesticidas que venía del huerto de mandarinas al oeste de nuestro campo,” dijo el supervisor Efron Zavalza al canal de televisión local KGET.

Durante la noche anterior se había aplicado Vulcan en el huerto de al lado, un químico basado en organofosfatos que es altamente tóxico. “No estoy culpando a nadie o diciendo que no se hizo de forma correcta,” dijo Zavalza. “Sólo digo que fue desafortunada la forma en que se derivó.” Uno de los trabajadores fue inmediatamente llevado al hospital y se detuvo el trabajo. Más de la mitad de los otros se fueron a casa antes de que llegara la ayuda médica al lugar.

Este es un común panorama en los campos agrícolas de California. “La deriva de pesticidas no es algo que sucede a veces — es un riesgo para los trabajadores agrícolas todos los días,” dice Suguet López, directora ejecutiva de Líderes Campesinas, una organización a nivel estatal liderada por trabajadoras de campo. Desde los pesticidas hasta el acoso sexual, su organización abarca estos temas como parte de un movimiento de mujeres trabajadoras de campo. Estas campesinas pertenecen a una población vulnerable y típicamente indocumentada que busca organizarse por mejores condiciones laborales.

Trabajadores migrantes cosechan maíz en Uesugi Farms en Gilroy, California. Credit: Bob Nichols/USDA

López nació en la ciudad de Los Angeles pero se crió en México. La nieta de un bracero, u obrero manual que vino a los Estados Unidos como parte del Acuerdo Laboral Agrícola Mexicano (Mexican Farm Labor Agreement) de 1942, López nunca trabajó en el campo — aunque vivió muy cerca de los cultivos al sur de la frontera, en Baja. A mediados de los noventas, ella observó cómo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (North American Free Trade Agreement, o NAFTA) presionó a que muchas familias de campesinos migraran hacia los Estados Unidos, mientras que también introdujo el uso de pesticidas a los campesinos que se quedaron en México, incluyendo a los de su misma familia. En la actualidad, el uso de pesticidas es de uso común en ambos países, dice Suguet.

“Casi un millón de trabajadores agrícolas en California siembran la comida que termina en los platos de todo el país — y a menudo, estos campesinos se enferman en el proceso,” escribió Suguet en un artículo de opinión hace dos años, pidiendo mejores protecciones y medidas de seguridad. “Los trabajadores de campo sufren alrededor de 20.000 envenenamientos causados por pesticidas cada año, causados por la falta de capacitaciones en seguridad y estándares de la industria, por falta de equipos de protección, o la falta de conocimiento de los químicos que se usan en los lugares de trabajo.”

Poco ha cambiado para los campesinos desde que López se pronunció en contra de la deriva de pesticidas. En marzo, la administración de Trump canceló la prohibición del uso de clorpyrifos, un pesticida común que se aplica en cítricos, manzanas, y otros cultivos, diciendo que los productores no tendrán que inmediatamente llamar a asistencia médica cuando sus trabajadores se vean expuestos a niveles peligrosos de pesticidas. Muchos trabajadores relatan la falta de uso de guantes, o la falta de entrenamiento que les proteja de lesiones o de otros riesgos. Además, cualquier trabajador de campo inmigrante que proteste éstas condiciones teme perder su trabajo. Aquéllos quienes deciden reportar violaciones, lo hacen sin protección de denunciantes.

Conocí a López hace un par de meses en la Conferencia Mujeres y el Medio Ambiente que tomó lugar en Santa Barbara, California, donde ella fue invitada a presentar en un panel sobre la producción agrícola. Tímida pero de sonrisa fácil, empezó su charla mencionando un tema delicado. “Imagínense trabajar de 10 a 12 horas al día y ganar $15.000 al año,” le dijo a la audiencia de mujeres de ciudad con educación universitaria. “Imagínense tener que enfrentarse al acoso sexual en el trabajo casi todos los días.” Un vistazo a las caras en la sala mostró que la mayoría de ellas no esperaban escuchar sobre éstos temas en relación a la producción agrícola.

En su trabajo, López se encuentra a menudo en el camino, viajando de sur a norte de California para juntarse con mujeres trabajadoras de campo y tener conversaciones sensatas que típicamente ellas no tendrían en sus lugares de trabajo. “A pesar de que a menudo tienen que enfrentarse a la violencia de género en casa, muchas de éstas mujeres me cuentan sobre como van al trabajo y son acosadas ahí también,” dice López. “La exposición prolongada a pesticidas también afecta su salud reproductiva, y no ganan suficiente dinero como para poder pagar por el cuidado de sus niños. Yo veo a la intersección de todos éstos temas cuando trato de defender a las mujeres de este movimiento.”

De acuerdo a estudios gubernamentales, existen alrededor de 300.000 mujeres campesinas en los Estados Unidos, la mitad de las cuales se encuentran en el país sin documentos. Esto hace que ellas (muchas de las cuales son madres jóvenes) sean especialmente vulnerables a ser deportadas o a perder sus trabajos temporales de bajos salarios. En el peor de los casos, el temor las calla sobre los abusos que sufren a diario en su industria. Lo que Líderes Campesinas hace es simple: Ayuda a que éstas mujeres en áreas rurales muy esparcidas puedan conectarse las unas con otras y hablar sin reservas.

Hace 30 años, cuando se fundóderes Campesinas, el abuso sexual no se asociaba con el trabajo agrícola. Pero el tabú comenzó a desaparecer cuando López se unió a la organización en 2006; en 2012, un caso en la corte federal reveló cómo unas trabajadoras habían sido sujetas a la violencia sexual y el acoso por parte de sus jefes por varios años en una finca del estado de Washington. Una investigación de PBS Frontline descubrió que a pesar de una larga serie de quejas sobre violaciones y acoso de cientos de trabajadoras de campo a lo largo del país, las fuerzas policiales habían hecho poco para procesar aquéllos posibles crímenes.

“Nosotras simplemente no hablábamos de la violencia sexual en el campo o hasta de la violencia doméstica hasta que, de repente, muchas mujeres empezaron a tocar el tema,” dice López. Ahora ella recibe mensajes regularmente por parte de los 11 comités de Líderes Campesinas—desde el Condado de Sonoma en el norte hasta el Valle de Coachella en el sur—demandando que la red abarque el tema en sus reuniones mensuales, junto a otros asuntos, como los pesticidas y el tráfico de personas.

En el presente, el trabajo de López ha sido profundamente afectado por los cambios abruptos que están ocurriendo en el entorno político. Líderes Campesinas ha tenido que preocuparse por la nueva aplicación de leyes migratorias—entre otros proyectos, están desarrollando talleres para 100 policías en el Condado de Merced, al norte de Los Angeles en el Valle de San Joaquin, sobre cómo deben asistir a campesinas víctimas de violencia que quieran reportar crímenes o que puedan calificar para una visa especial.

En 2010, López presenció un gran salto en participación y membresía cuando el ex-Presidente Barack Obama aprobó la Ley de Cuidado de Salud Asequible (Affordable Care Act). De repente, veía que las mujeres mostraban interés en el cuidado preventivo, en tener acceso al transporte público para poder llegar a las citas médicas, en evitar el contacto con pesticidas y aprender más sobre sus impactos. La ley de salud movilizó a las trabajadoras de campo a lo largo del estado como ningún otro tema lo había hecho en el pasado—hasta que el Presidente Donald Trump reveló sus políticas migratorias el pasado a principios de éste año.

Desde aquél momento, las mujeres con las que hablaba López le contaban que temían de llevar sus hijos a la escuela, o de denunciar crímenes o violaciones laborales; menos aún querían ellas registrarse para recibir beneficios estatales para los cuales calificaban. Fue entonces cuando Líderes Campesinas convocó a una gran reunión. Sentadas alrededor de un círculo, docenas de mujeres reflexionaron sobre la posibilidad de perder sus trabajos, de terminar en detención migratoria, de ser deportadas. López les preguntó: ‘¿Qué es lo que vamos a hacer al respecto?’

“Puede que no podamos formular una respuesta clara a lo que está sucediendo ahora, pero eso no significa que no tenemos algo que decir,” les dijo López en aquél momento. “Nos fuimos de nuestros países y hemos empezado nuevas vidas antes, así que sé que somos resistentes.”

La High Country News editora colaboradora Ruxandra Guidi escribre desde Los Angeles, California.

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