This story is also available in English here.

Hace un año exactamente, mientras que el fuego (Camp Fire) devastador estaba consumiendo las faldas de las montañas de la Sierra Nevada, Frank A. Funes Jr., un veterano discapacitado de 69 años, se despertó por una llamada a la madrugada. Fue su pastor verificando que Funes ya había evacuado. Inmediatamente, Funes miró por la ventana y vio que la casa de su vecino ya estaba en llamas, las mismas llamas que habían llegado a la cerca de Funes. Él, su esposa, y su nieto de cuatro años corrieron fuera de la casa. “No tenía tiempo para agarrar nada,” dijo Funes. “El viento estaba soplando como loco y el fuego estaba justo alrededor de la casa.” 

Aquel día, Funes perdió la casa donde había vivido por siete años. Desde entonces, encontró una nueva a 15 millas de distancia de su antigua casa, pero los vientos siempre les recuerdan a él y a sus vecinos su vulnerabilidad a los incendios. Ya en este año en el norte de California, el fuego de Kincaid ha quemado casi 78,000 acres y ha destruido 174 casas. Ahora, cuando sea que surja el viento, la compañía de gas y electricidad más grande (Pacific Gas and Electric – PG&E) corta la electricidad preventivamente para bajar la probabilidad de que una línea de transmisión chispee y empiece un incendio, como pasó con del año pasado (Camp Fire). Estos cortes pueden durar hasta el fin de noviembre y para el predecible futuro y muchos como Funes se siente indefenso sin la electricidad.

Los paneles solares en una casa lujosa en Corona Del Mar, California, cubren alrededor de 95% de los costos mensuales para energía. Aunque los ahorros pueden ser muy grandes, una inversión considerable para inicialmente obtener la tecnología solar es prohibitivo para mucha gente.  Credit: Education Images/Universal Images Group por Getty Images

Cuando PG&E apago la electricidad en el comienzo de octubre, 2.1 millones de personas se quedaron sin el servicio. Entre la oscuridad y confusión de los próximos dos días, residentes entendieron lo que investigadores llaman “la brecha climática.” Los con paneles solares, y más importante aún, almacenamiento de baterías solares, les fue mejor durante los apagones. Dueños de carros eléctricos de Tesla, algunos de ellos con sistemas solares en la casa, presumieron sobre cocinar pizzas en la mitad del apagón, mientras que otros vieron películas en sus carros estacionados. Mientras tanto, los que no tenían tantos recursos terminaron comprando generadores de gas que contaminan y cuestan entre varios cientos de dólares hasta varios miles de dólares. Muchas personas, incluso los que dependen de cupones de alimentos, tuvieron que botar mucha comida podrida. Los que tienen discapacidades médicas – como Funes, quien utiliza una silla de ruedas eléctrica – se preocuparon acerca de la duración del apagón y cuánto les costaría mantener el generador funcionando. Mover el generador del almacén y después guardarlo ya era un desafío físico suficientemente difícil. 

Irónicamente, el estado ya tiene un plan desarrollado para ayudar con esta disparidad. En 2017, California designó fondos para aumentar el acceso a nueva tecnología, como baterías solares, para residentes desamparados y organizaciones comunitarias en la forma de su presupuesto, “Self Generation Incentive Program’s Equity Budget”. Parece perfecto y ya había devengado $72 millones en 2019. El único problema es que nadie se registró. 

PARA AÑOS, los llamados “primeros usuarios” – personas que compran cosas como carros eléctricos o instalan paneles solares en sus techos – han sido recompensados con devoluciones. Pero las personas que no tienen los recursos para comprarlo pierden los ahorros y la nueva tecnología. Como resultado, la probabilidad de encontrar un panel solar fuera de una comunidad desfavorecida en 2017 fue tres veces mayor que encontrarlo dentro de ella, según una investigación por Physicians, Scientists, and Engineers for Healthy Energy (PSE) llamado “Distributed Solar and Environmental Justice.” Adicionalmente, residentes de bajos ingresos pagan mucho más por su electricidad que los “primeros usuarios,” en parte porque una porción más grande de su salario va a su cuenta de electricidad. Reporte un científico que lleva muchos años con PSE y fue autor del estudio, Boris Lukanov, que 7.2% del salario de una familia de bajo ingreso paga su cuenta pero solamente sus vecinos más afortunados sólo pagan 3.5% de su salario. También se debe al hecho de que el costo de usar energía solar en estados como California, donde muchas personas utilizan paneles solares, sobre todo cae en las personas que usan más electricidad, incluyendo los residentes desfavorecidos quien tal vez tengan una casa sin una infraestructura energéticamente eficiente o no pueden obtener instalaciones solares debido a su alto costo. Comunidades de clase trabajadora podrían ganar mucho con la energía sostenible y no solamente por razones financieras, sino que las emisiones altas de gas les impactan desproporcionadamente a las comunidades de bajos recursos y comunidades de razas distintas a la blanca.

A lo largo del país, gobiernos locales y estatales con buenas intenciones esperan cerrar la brecha de acceso a energía solar y ayudar a sus residentes más desfavorecidos a través de programas como el presupuesto mencionado antes de California, el “Self Generation Incentive Program’s Equity Budget,” pero siempre surgen problemas. Stan Greschner, el director de los reglamentos de una organización sin fines de lucro que trabaja para mejorar el acceso de energía sostenible llamada GRID Alternatives, dijo que la razón es sencilla: residentes de bajos recursos simplemente no pueden pagar los costos extras. Aun si un programa como el del presupuesto de California cubre la mitad del costo de una batería solar, el precio va a seguir siendo demasiado alto para los residentes en aprietos que el programa supuestamente quiere ayudar. “Si no enfrentamos la barrera del costo para utilizar esa tecnología, no va a llegar a las familias de bajos ingresos, ¡y punto!”

Las áreas con niveles elevados (anaranjado) y extremos (rojos) del riesgo para incendios incontrolados estarían priorizados en los nuevos programas subsidiarios para energía solar. Credit: California Public Utilities Commission

EL SEPTIEMBRE PASADO, la comisión de las utilidades públicas de California anunció unos cambios gigantes al presupuesto con la esperanza de que más personas aplicaran. Resulta que la solución es algo diferente que tener que pagar de una vez para los costos de una batería solar. A partir de enero, el programa intentará cubrir todos los costos de la instalación de una batería para residentes que viven en las comunidades desfavorecidas o son de bajos recursos. 

Comunidades desfavorecidas, como las define California, enfrentan una “combinación de cargas económicas, de salud, y del medio ambiente.” Adicionalmente, residentes quien alcanzan el umbral y viven en zonas de alto riesgo para incendios, como Los Ángeles o el Sierra Nevada, recibirán ayuda para el almacenamiento de su energía a través de una iniciativa distinta, el “Equity Resiliency Program,” que provee $100 millones extra para financiamiento. Desarrollado en anticipación de eventos como los incendios y apagones del otoño pasado, trata de proveer residentes desfavorecidas y con discapacidades médicas con una mayor cantidad de resiliencia energética. Naciones indígenas también serán elegibles para esta nueva forma de financiamiento. 

Algunas mejoras estructurales hacen que el programa sea más fácil para solicitar, porque los fondos ahora pueden ser acoplados con otros programas que incentivan los paneles solares dirigidos a los residentes desfavorecidos, ahora personas pueden aprovechar de los dos al mismo tiempo. Es una buena noticia también para arrendatarios: 43% de los residentes de bajos recursos en California viven en alojamiento con varias familias y ahora van a poder acoplar los subsidios existentes para los paneles solares con opciones de almacenamiento. Los ahorros de energía solar serán pasados a los arrendatarios y los edificios podrían funcionar como “centros de resiliencia” para la comunidad entera cuando llegue un apagón. 

El éxito del programa depende completamente de como el servicio lo implementa, dice Greschner. Las comunidades desfavorecidas han sido blanco de esquemas financieros a menudo y entonces son recelosos de incentivos ostentosos. Una estafa reciente intentó vender instalaciones solares falsas a grandes comunidades de migrantes que hablan español. Muchos residentes no conocen nada del programa a menos que los materiales estén escritos en un idioma que puedan leer – algo que sigue siendo incierto hasta ahora en el nuevo plan de marketing. En el estudio de Lukanov, los autores reportan que el aislamiento lingüístico está muy vinculado a la cuestión de si los residentes tienen paneles solares. “En muchas comunidades, la cabeza de la familia no habla inglés,” dice Greschner. “No tienen la capacidad de responder a un encarte en su cuenta de electricidad que dice (en ingles), ‘Hola, usted cumple los requisitos.’” Ellos necesitan otra forma de contacto en su idioma, y hasta ahora, los programas del estado no han logrado hacerlo, dijo Lukanov. 

Sin embargo, para personas como Funes, quien escuchó que pudo agregar el almacenamiento de batería a su casa cuando salga el nuevo presupuesto de equidad, los cambios no pudieron llegar lo suficientemente rápido. Recibió sus paneles solares el año pasado, pero sin almacenamiento, son inútiles en un apagón. “Rezo que las baterías funcionen,” dijo Funes. Últimamente, ha sido distribuyendo folletos a sus vecinos, contándoles sobre los paneles solares y la posibilidad del almacenamiento de baterías. Pero por ahora, le queda solamente el capricho de los vientos de Santa Ana y de PG&E. “(La electricidad) será apagando hasta noviembre,” dijo Funes. “Leí en el periódico y en línea que será así por 10 años.”

La High Country News editora asistente Jessica Kutz escribe desde Tucson, Arizona. Envíale un correo electrónico a jessicak@hcn.org. 

This story was translated by Olivia Thomas, a student at Fort Lewis College, and David Vásquez-Hurtado, a professor of modern languages at Fort Lewis College. They are both based in Durango, Colorado.

Spread the word. News organizations can pick-up quality news, essays and feature stories for free.

Creative Commons License

Republish our articles for free, online or in print, under a Creative Commons license.